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sábado, 17 de noviembre de 2012

PIRÓMANO



PIRÓMANO

Pienso quemar la delegación de hacienda con gasolina,
seguramente, alguien aplaudiría.
Y si todo iba bien quemar un cuartel, un templo, la alcaldía.
Quemar el edificio de Telefónica y la delegación de Endesa, (más aplausos),
seguir quemando la Diputación Provincial, el Inaem y el Gobierno Autonómico.
Continuar con la estación de trenes y el aeropuerto.
Rociar el asfalto con el surtidor de gasolina urbano, mechero en mano.
Cantar con la lira mientras la ciudad de mentira, con su decorado, es pasto de las llamas.
Y toda la organización de emergencia correría a salvar edificios, instalaciones, vidas.
Con sus sirenas abriendo cremallera en el asfalto.
Acoplarme en un velador una bebida poderosa como el gas oil (algo más barato)
y quemarme por dentro.


Naturalmente vendrían a detenerme
y para ellos también quedarían llamas.

Sólo estoy esperando encontrar unos ojos
con la chispa adecuada.



sábado, 10 de noviembre de 2012

EL REGRESO


Llegaste con una maleta casi vacía
y volviste a llamar a mi puerta
cerrada para todas las alegrías
y los fuegos artificiales.

No parecías tú
habías aprendido tanto de la mentira.

Sobre la mesa los vasos sucios,
las horas muertas de frío,
círculos de aire suspendidos,
restos de comida

Llamaste con tus desgracias
acumuladas lejos de la luz.
Cuando te abandonan las ilusiones
siempre recuerdas mi dirección,
maldita memoria que nos une al destino.

Las piedras lanzadas a tu tejado
cayeron en el mío.

Mi misión es esperarte y ofrecerte una bebida caliente
mientras ordeno tu equipaje.

LA CAJERA




No me envíes a la caja vacía
quiero seguir en tu fila,
para oír tu voz y observar,
como rozas las manos con el cambio.
Quiero que sepas lo que consumo
para seguir siendo un espectro.
Estoy hecho de fruta de cámara;
jabón de tacto, 
góndola de plátano,
kiwis con el corte al cero,
lonchas de colores,
aceite que ni es puro, ni virgen, ni mucho menos extra.

Voy a preparar una frase rellena de chocolate.
El día que estemos solos, te preguntaré si hay algo
para las cadenas oxidadas,
y nuestra mirada desvelará a qué estamos sujetos.


sábado, 3 de noviembre de 2012

LOS NUEVOS TIEMPOS





Ya están llegando los nuevos tiempos
vienen sobre  caballos desbocados (antes eran cuatro),
portando jinetes sin rostro, respetando la tradición.

Llegan en papeles firmados, con sello oficial o de empresa,
en telegrama, burofax;
por llamada telefónica,  email, whatsapp.
Llegan mezclados  con el ruido de la calle;
con el tráfico, las colas, la salida del colegio.
Llegan insistentes en radios y telediarios.
Los nuevos tiempos enmudecen a los viejos
y los perros se orinan encima para no ser descubiertos.
A los nuevos tiempos les quitan la madrugada;
no trabajan.
A los nuevos tiempos les restan la hora punta, antes ángelus y antes de eso: libertad.
A los nuevos tiempos les quitan la noche;
no descansan.
A los nuevos tiempos los muestran en los portales y las casas
para que recordemos que han llegado, como si no pasara nada.

A los nuevos tiempos les quitan el fin de semana
y el fin de mes
y el fin de año,
y todo es un efecto dos mil con retraso.

Los nuevos tiempos ya no saben a Macdonald's
Los nuevos tiempos cambian colchón por cartón.
Los nuevos tiempos lanzan clavos a pies descalzos.
Los nuevos tiempos arrojan pan duro, algunos van a buscarlo.
Los nuevos tiempos no tienen hijos, los devoran a todos.
Los nuevos tiempos han desenchufado el amplificador de la guitarra protesta.
Los nuevos tiempos reparten máscaras con el gas dentro.
Los nuevos tiempos admiten nuevos santos para antiguos dioses.
Los nuevos tiempos coagulan la sangre del guerrero.
Los nuevos tiempos buscan estar autorizados, bendecidos, aceptados.
Los nuevos tiempos llevan tiempo agazapados,
¿alguien lo había dudado?.

Ser niño es un tesoro cada vez más enterrado,
 tener veinte años  un fracaso,
tener cincuenta años un defecto.
El resto; o no vive en este mundo
o está muerto.

FALLECE AGUSTÍN GARCIA CALVO


La totalidad de la extensa obra de Agustín García Calvo como poeta, como dramaturgo, como filósofo, como filólogo, como traductor, como maestro, como articulista, parece guiada por una voluntad constante e irreductible: entrever la realidad, la escueta realidad, detrás de la espesa niebla que las convenciones sociales levantan a su alrededor. Para identificar esas convenciones contaba con uno de los instrumentos más infrecuentes en estos días de insensato desprecio de las humanidades, como era su excepcional conocimiento de la cultura clásica. La cultura clásica no fue solo su dedicación como universitario, discípulo de Antonio Tovar en Salamanca y, más tarde, catedrático en Sevilla y Madrid; fue sobre todo el estímulo para su propia creación y también el punto de apoyo desde el que lanzar su radical sentido crítico contra los asuntos más inmediatos de la actualidad. Gracias a su conocimiento de la cultura clásica podía advertir cuánto de accidental se esconde en verdades que se proclaman eternas, y cuánto de pretencioso, incluso de estúpido, inspira la convicción de que el mundo pueda vivir jamás una nueva era donde los saberes del pasado resulten inútiles y ociosos. De existir alguna verdad, para Agustín García Calvo, fallecido ayer en Zamora a los 86 años, nunca adoptaría la forma de una respuesta sino la de una inagotable interrogación, frente a la que todas las respuestas son siempre provisionales.
El régimen franquista lo apartó de la cátedra tras la revuelta universitaria de 1965, junto a Enrique Tierno Galván y José Luis López-Aranguren. Su apoyo a los estudiantes tuvo menos que ver con la defensa de la democracia que con la defensa de la libertad, y esa diferencia, que solo pudo manifestarse sin equívocos tras la muerte del dictador, fue la que definió la singularidad y la estimulante excentricidad de su figura. En nombre de la libertad, Agustín García Calvo era tan contrario a la dictadura como a la democracia, que consideraba una forma eficaz de convalidar aquellas convenciones sociales que levantaban la niebla alrededor de la realidad, de la escueta realidad que él trataba de entrever.
Pertenecía a la limitada nómina de escritores que, arremetiendo sistemáticamente contra las creencias establecidas, contra las convenciones sociales, contribuía a depurarlas y, al tiempo, a revelar su extraordinaria fragilidad. Podía despertar por ello tanta fascinación intelectual como desconcierto civil, colocando a sus lectores y también a sus discípulos ante la saludable necesidad de distinguir los planos de la reflexión y de la acción, del pensamiento y de la política. Si algo aborreció Agustín García Calvo fue la lógica de los mercaderes, la búsqueda obsesiva de la ganancia y los múltiples disfraces que adoptaba.
Tanto como su conocimiento de la cultura clásica influyó en su obra y en su actitud el estudio de la lengua y de los mecanismos del lenguaje. Los conceptos acuñados, las palabras de uso más corriente, influyen tanto como las convenciones sociales, de las que suelen ser directa expresión, en el enmascaramiento de la realidad. La filología en su sentido más extenso, lo mismo que la cultura clásica, no eran para Agustín García Calvo saberes intransitivos, conocimientos que se agotan en el simple esfuerzo de adquirirlos, sino instrumentos de su radical sentido crítico. Durante los últimos años, y en especial desde su jubilación universitaria en 1992, su participación en los debates públicos fue escasa pero siempre contundente y original, como se pudo comprobar durante el movimiento del 15-M. No por ello dejó de estar presente, puesto que, tanto a través de su obra como de sus discípulos, consiguió afianzar una manera de aproximarse a los problemas que llevan su marca indiscutible. Animó iniciativas como el Círculo Lingüístico de Madrid, en el que también participó Rafael Sánchez Ferlosio, y durante sus años de exilio en París fue el centro de la tertulia de La boule d’or. Es probable que el pensamiento más estimulante de la España de las últimas décadas no pueda entenderse sin la influencia de esas reuniones y sin Agustín García Calvo. Contradiciéndola en parte y en parte siguiéndola, su voluntad constante e irreductible de entrever la realidad, la escueta realidad, ha marcado la historia de las ideas en España.