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domingo, 30 de septiembre de 2012

IMAGINE 25S











De alguna manera estaba seguro de que iba a pasar lo que ocurrió, no me resultó nuevo, es más, imaginaba mucho más...

Imaginaba como John Lennon bajaba desde la puerta de Alcalá y se iban apagando las luces de los furgones policiales, la gente se iba callando, y una suave m
úsica al piano nos tranquilizaba. Nos mirábamos y traducíamos en nuestro interior la letra esa que dice cosas que te hacen soñar despierto.

Imaginaba que el antiguo alcalde de Madrid: Enrique Tierno Galván, subía al escenario destinado a los periodistas para que no perdieran tomas, y aferrado a un micrófono pronunciaba las palabras dirigidas especialmente a los jóvenes:”No os preocupéis, yo sigo aquí”.

Imaginaba que algún diputado, uno solo, tenía el valor de bajar por la calle, apartar a las filas de policías, hacía un hueco en el muro de vallas y pedía perdón al mar de gente que sólo reclamaba sinceridad y dignidad.

Imaginaba que Neptuno llevaba un tridente y lo lanzaba contra el congreso, haciendo saltar por los aires los papeles de los discursos llenos de humo y falsedad, y que la señora Democracia con sus 34 años dejaba de ser una esclava al servicio del poder.

Imaginaba que la calle era un momento de vida en medio de una anestesia prolongada.

Ya digo, imaginaba todo eso y más, y quise estar allí porque era el escenario donde podía ocurrir. Quise vivir el tiempo que tengo asignado del modo que mejor dicta mi espíritu y mi conciencia; eso te une o te separa de las personas, en todo caso, te define

jueves, 27 de septiembre de 2012

25 S. DE ZARAGOZA A MADRID




- "¡No toquen los móviles y coloquen las manos sobre el respaldo de delante!" -gritó el policía al entrar en el autobús cumpliendo órdenes de su superior.


Cuando irrumpió la policía en el autobús a las 7,30h de la mañana, la chica, menor de edad, que se sentaba en el asiento de delante acompañada de su tutor exclamó:

- ¿Pero esto es broma no?.
- No, no es broma, contestó su acompañante.

Bajamos de cinco en cinco, cada tres asientos se situó un policía, registraron nuestras pertenencias, nos cachearon, pasaron a un perro...
Cinco furgones rodearon el autobús frente al museo Pablo Serrano en una céntrica calle de la ciudad, a la hora en que alguna gente (la que queda), se disponía a ir al trabajo, incluso al colegio.

Éramos 38 personas, las cuales apenas nos conocíamos sino de vista en algún acto popular.

Nos situaron en línea y tuve la impresión de estar en un paredón, en una simulación escenificada de lo que podría ser una ejecución, no sólo de órdenes, como decía el policía para justificar su actuación. Y la sensación que emergió desde el fondo de mi conciencia fue la de que estaba en el camino correcto, que era cierto y real lo que pensaba desde hace tiempo, que la democracia puede convertirse en una superstición, en unos artículos legales plasmados para justificar y ocultar mecanismos para desactivar a la inteligencia, a la conciencia, al espíritu social y solidario.

Tras una hora retenidos, partimos a Madrid. El silencio inicial entre nosotros se rompió y empezamos a hablar, a conocernos, a explicar quiénes éramos y por qué estábamos en ese autobús. Nos indignamos, nos sonreímos, y planteamos nuestra situación y nuestros pasos futuros. Compartimos ideas, comida y humor; básicamente lo que necesita una persona para vivir. Y ví reflejado en sus ojos la determinación de sus actos y la estructura de su alma. Al terminar nuestra presencia ciudadana en Madrid, nos encontramos en una cafetería, a medida que nos íbamos viendo otra vez, me recorría un sentimiento de amistad, un brote de energía que podía conquistar el mundo cansado y maltratado, apenas unas calles más abajo.

Fuimos, estuvimos y regresamos de Madrid. Y nada será igual. Me han reforzado la creencia en el ser humano; he anotado nombres nuevos en mi lista de contactos, he entendido que todo es posible: lo bueno y lo malo, como en un cuento recitado en la noche de los tiempos, como una dulce melodía que encierra una letra de lucha.

El autobús avanzó por la carretera, dejando una nube de esperanza; nadie volvió herido, sólo la democracia.

viernes, 21 de septiembre de 2012

REBELIÓN EN LA GRANJA CATALANA



Hubo una vez, en un lugar lleno de sol y pícaros una granja de pollos.
El granjero cuidaba de sus polluelos; les daba de comer; les limpiaba los parásitos; les mantenía a la temperatura adecuada...
Los pollitos vivían tranquilos pues el grano no faltaba, tampoco el agua, y el granjero solía ponerles por el altavoz música de Mozart.
No todos los pollitos eran iguales. Los pollitos de la parte sur de la granja pasaban más calor y solían moverse menos, "eran más perezosos" pensaba el granjero, salvo por la noche que era cuando, descansados, les apetecía piar y alborotar.

Los pollitos de la parte norte de la nave tenían un alto sentido de la singularidad. Consideraban que su forma de pensar y sus pios pios (pues sonaban distintos), transmitían un sentimiento profundo, teniendo otros objetivos a los del resto de la granja. No les faltaba el grano y gozaban de un fresco paisaje que les resultaba agradable y entrañable.

Los pollitos de la parte noroeste no tenían queja del paisaje, pero tenían una gallina que les distribuía el grano a su antojo, no llegaba para todos, de manera que algunos pollitos saltaban la valla baja que les separaba y se integraban en otras zonas, incluso llegaban a saltar por la ventana y salían al campo o a otras granjas.

Los pollitos del centro tenían el privilegio de las cosas propias del centro. El granjero tenía allí su almacén y enseres destinados para el mantenimiento de la nave, gozaban de una vista equidistante y aunque sufrían cierta aglomeración por las continuas llegadas de pollos de otro lado, eso les hacía sentir hospitalarios y especiales, tan especiales como los demás pollos de otros lados que también se sentían especiales.

Pero había una zona de la granja que anteriormente había sido habitada por gallos, unos destinados para las funciones propias de su naturaleza y otros destinados a la pelea. Piaban de un modo distinto que resultaba musical y firme. Se autodenominaban "Pollastres". Eran industriosos y ahorradores, administraban el grano con cordura y hasta le ponían tomate. El granjero siempre había mimado a ese lado de la nave, tenía recelo, pues ya había sido advertido por propietarios granjeros anteriores que habían tenido que adecuar la zona mucho mejor para mantener tranquilo al gallinero.  De vez en cuando solían escucharse algarabías que desentonaban con el resto de los pollos. Además, cuando se ponían a chillar, lo hacían de forma enérgica y convencida, conscientes de que estaban defendiendo un derecho histórico.

Hubo un momento en que el grano comenzó a escasear, los bebederos empezaban a secarse y se suprimió la música de Mozart sustituyéndola  por coplas. Los pollitos se lamentaban y temían perecer en la granja. El granjero, sin recursos, estudiaba sesudamente solicitar ayuda a una granja enorme donde podían ayudarle con un precio alto e indeterminado.

En esos días, la gallina que dominaba la zona de los Pollastres fue empujada por el resto de pollos a establecer una dura petición al granjero: la zona de los pollastres solicitaba la independencia. El granjero quería retorcer el pescuezo a esa gallina que representaba a una amplia zona del sector Pollastre, pero sabía que no debía cometer errores históricos. La gallina regresó cabizbaja a la zona pollastre con la negativa a su petición, pero con la sensación de haber cumplido con su deber representando al sentimiento pollastre.

Continuara...





viernes, 7 de septiembre de 2012

EL BRILLO DEL TESORO

Habrás oído
por los medios que sean,
que quieren destruirnos.
Todos los días lo recuerdan varias veces,
desde que abres los ojos
hasta que los cierras,
y cuando te miro
prende en mí
la sangre del unicornio
que desplaza a las telarañas
para admirar el brillo del tesoro.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

CÓMO ESTÁN LAS COSAS


Las cosas están como si se fuera a acabar el mundo y con él la cerveza; internet, las vacaciones, las pagas extra... Cada nuevo recorte, cada nueva pérdida de servicio social, cada una de las mentiras que nos hacen escuchar; llena un pozo de razones extrañas y suficientes, que me hacen sentirme liberado de algo. El hecho de no entender y no querer entender se retuerce cada día y aunque hay acontecimientos cotidianos que reclaman tu atención, no dejas de echar un vistazo de reojo a aquello que parece una gigantesca excavadora tripulada por Merkel y dirigida por un siniestro grupo de conspiradores mundiales que cumplen el axioma de:"Aquí sobra gente".
Cayó el muro de Berlín, pero se vuelve a construir el muro de la intolerancia, la injusticia y el miedo al futuro; ese señor con gafas oscuras del que no nos fiamos y que tenemos apostado en la puerta de la esquina camino del trabajo.
La pregunta que me hago sentado en la taza del inodoro es: ¿Dónde va todo esto?. Y mientras cuento las juntas de la baldosa y oigo el zumbido de la luz eléctrica, tengo la impresión de que esa pregunta no la puede responder nadie. 
Este mundo está girando hacia una supervivencia neta. Todo puede ser posible puesto que no hay ley que respete, ni respalde, ni reconforte, ni ofrezca una consistencia suficiente como para creer que puede ser respetada y válida. Todo está supeditado al dinero, luego entonces, también yo.
Sin dinero no existe libertad, ni derechos, ni estas líneas en internet, ni futuro. Sin dinero ni tus padres (o estado) que te protegen y no te abandonan a tu suerte; se presenta una realidad terrible, y es que cada bocanada de aire, cada día superado, cada hora hay que conquistarla.
No querría morir en un país que me ignora, me maltrata y me desprecia como si yo fuera el culpable de su suerte.
No quiero seguir siendo administrado por gente incapaz de entender que aún siendo diferentes, tenemos derecho a convivir y respetarnos.
Me niego a creer que el futuro que dejemos en herencia sea esto que se avecina.

Y todavía sigue el debate de los toros, y la religión, y la homosexualidad, y el fútbol y... esos temas recurrentes en los que se mueven los programas de debate barato y la manipulación política.

Cuando uno se canse de protestar, deberá aceptar. o sufrir, o rebelarse, o huir, y ser un inmigrante más expulsado de países hasta ahora hermanos, por no saber inglés, ni tener una ingeniería, ni un grado en medicina. Será sentir en propia carne lo que hasta ahora eran titulares de prensa y cabeceras de programas. Ojos asustados en la calle, sábanas repletas de discos pirata. 

Venderemos la conciencia y los ideales para poder comer y quizás besaremos la mano que acaricia los senos de nuestras mujeres y que puede darte muerte cuando le plazca.