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jueves, 27 de septiembre de 2012

25 S. DE ZARAGOZA A MADRID




- "¡No toquen los móviles y coloquen las manos sobre el respaldo de delante!" -gritó el policía al entrar en el autobús cumpliendo órdenes de su superior.


Cuando irrumpió la policía en el autobús a las 7,30h de la mañana, la chica, menor de edad, que se sentaba en el asiento de delante acompañada de su tutor exclamó:

- ¿Pero esto es broma no?.
- No, no es broma, contestó su acompañante.

Bajamos de cinco en cinco, cada tres asientos se situó un policía, registraron nuestras pertenencias, nos cachearon, pasaron a un perro...
Cinco furgones rodearon el autobús frente al museo Pablo Serrano en una céntrica calle de la ciudad, a la hora en que alguna gente (la que queda), se disponía a ir al trabajo, incluso al colegio.

Éramos 38 personas, las cuales apenas nos conocíamos sino de vista en algún acto popular.

Nos situaron en línea y tuve la impresión de estar en un paredón, en una simulación escenificada de lo que podría ser una ejecución, no sólo de órdenes, como decía el policía para justificar su actuación. Y la sensación que emergió desde el fondo de mi conciencia fue la de que estaba en el camino correcto, que era cierto y real lo que pensaba desde hace tiempo, que la democracia puede convertirse en una superstición, en unos artículos legales plasmados para justificar y ocultar mecanismos para desactivar a la inteligencia, a la conciencia, al espíritu social y solidario.

Tras una hora retenidos, partimos a Madrid. El silencio inicial entre nosotros se rompió y empezamos a hablar, a conocernos, a explicar quiénes éramos y por qué estábamos en ese autobús. Nos indignamos, nos sonreímos, y planteamos nuestra situación y nuestros pasos futuros. Compartimos ideas, comida y humor; básicamente lo que necesita una persona para vivir. Y ví reflejado en sus ojos la determinación de sus actos y la estructura de su alma. Al terminar nuestra presencia ciudadana en Madrid, nos encontramos en una cafetería, a medida que nos íbamos viendo otra vez, me recorría un sentimiento de amistad, un brote de energía que podía conquistar el mundo cansado y maltratado, apenas unas calles más abajo.

Fuimos, estuvimos y regresamos de Madrid. Y nada será igual. Me han reforzado la creencia en el ser humano; he anotado nombres nuevos en mi lista de contactos, he entendido que todo es posible: lo bueno y lo malo, como en un cuento recitado en la noche de los tiempos, como una dulce melodía que encierra una letra de lucha.

El autobús avanzó por la carretera, dejando una nube de esperanza; nadie volvió herido, sólo la democracia.

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