El temor se cuece lentamente
en las cocinas indignadas.
Se advierte a quien ose:
"Estamos legitimados para aniquilaros",
mantened vuestra rabia encerrada,
que no pase de los labios,
la enfermedad será larga
y recorrerá los barrios viejos,
las casas vacías.
De las aceras nacerán monedas
y comida en los portales.
Será más caro que nunca ser humano
y el tiempo dejará de ser reloj.
Violados por el sol,
escupidos por la lluvia,
dormiremos en casa del ladrón.
Los barman de los medios
venderán miedo en envases de noticia
con sus cocteleras molotov.
Restallarán los látigos del domador
agitados por protectores de la ley,
una fiebre azul se extenderá
diezmando a la población.
Surgirá el pueblo de sus grietas
amamantado por ubres de cloacas
con mochila y zapatillas de no andar por casa.
Un libro brillará en el fondo
del iris del asfalto,
y sus páginas acogerán como madrastras
a quienes no les reciba la lumbre.
Los tiempos nunca han cambiado,
tan solo el rostro de sus dueños.
en las cocinas indignadas.
Se advierte a quien ose:
"Estamos legitimados para aniquilaros",
mantened vuestra rabia encerrada,
que no pase de los labios,
la enfermedad será larga
y recorrerá los barrios viejos,
las casas vacías.
De las aceras nacerán monedas
y comida en los portales.
Será más caro que nunca ser humano
y el tiempo dejará de ser reloj.
Violados por el sol,
escupidos por la lluvia,
dormiremos en casa del ladrón.
Los barman de los medios
venderán miedo en envases de noticia
con sus cocteleras molotov.
Restallarán los látigos del domador
agitados por protectores de la ley,
una fiebre azul se extenderá
diezmando a la población.
Surgirá el pueblo de sus grietas
amamantado por ubres de cloacas
con mochila y zapatillas de no andar por casa.
Un libro brillará en el fondo
del iris del asfalto,
y sus páginas acogerán como madrastras
a quienes no les reciba la lumbre.
Los tiempos nunca han cambiado,
tan solo el rostro de sus dueños.