Existen dictadores tradicionales
clásicos a punta de pistola
infundidos de un soplo supremo
a imagen y semejanza del infierno
Otros muestran grotescos
uniformes con
chapas y medallas
conseguidas por encargo
de aleación ligera y vivos colores
conseguidas en conquistas imaginarias.
Otros llevan gafas oscuras,
y practican la antropofagia,
estrechan manos civilizadas
llegando a fructíferos acuerdos
con supuestas naciones democráticas..
Otros son casi niños
que juegan con uranio enriquecido
en un parque temático de cartón piedra
herederos de ruinas e intrigas
con gustos infantiles y enigmáticos.
Los hay muy completos
que tratan su investidura de divina
para que la ley humana no alcance
a juzgar sus juicios terrenales
oráculos insaciables de sangre.
Hay dictadores invisibles
que dejan hacer a especialistas
técnicos del absolutismo
con métodos fiables y estéticos
ajustados a los nuevos tiempos.
Dictadores refrendados
salidos de un parlamento,
Dictadores que dictan y cumplen
según el programa propuesto
y también el inverso.
Dictadores que apelan al consenso
investidos por el pueblo
reforzados por confianzas electorales
sublimados por conceptos éticos
sometidos a la ley y su imperio.
Dictadores a tiempo completo
que dejan descendencia
para asegurar el mantenimiento
y la pacífica transición
de su sistema de gobierno.
Otros son vigilados atentamente
durante años por fuerzas democráticas
donde estrictos observadores
rellenan concluyentes informes
sobre sus
crímenes y acciones.
También los hay mutantes
que se instalan entre libertades
y consignas populares
apaciguando sus impulsos
cuando prueban las ventajas del triunfo.
Todos ellos, cuando comienzan el dictado
suelen decir:
¡quietos, callaos!,
y quien obedece está atento
a no cometer faltas de ortografía
mientras quien dicta atentamente vigila
que nadie levante la cabeza.
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