20 de octubre de 2011, en medio de los temblores económicos, tsunamis de miedo e incertidumbre, entre noticias de goles europeos y disputas por los escaños, entre trabajos que se pierden y paros que se agotan; entre calles levantadas y putas acostadas con aquellos a los que le urge el sexo. Entre el retoño de los Sarkos y las Brunis, venidos a este mundo para admirar la belleza de los muertos. Este mundo digo, con un río de sangre africana que desemboca en los mares pirateados a los que no llega la SGAE. Este pedazo de universo que estalló para alejarnos de la eternidad y ponernos a funcionar en manos de la producción y la locura.
Esto y más. Y entre todo esto; menú repetido, tres individuos anuncian el cese de la lucha armada, tras 829 muertos, miles de presos, millones de temores entre txokos y calles desiertas recorridas por el paso fúnebre de una libertad verde roja y blanca.
Quedará el pasado entre el dolor de las pérdidas y el negocio de los libros vendidos, con interpretaciones para todos los públicos.
Pero hay más asuntos que resolver. El amor no sólo es exclusivo de las parejas, que por lo general se traicionan cuando creen encontrar un producto mejor, cuando se ha agotado el modelo de convivencia. Queda la lucha real que es contra la pobreza, la enfermedad y la ignorancia, y esta es una lucha donde caen todos los días miles de muertos.
Ser individuo: que no se puede dividir, y a partir de ahí cualquier asociación que contribuya a su desarrollo.
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