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sábado, 8 de octubre de 2011

LA MOVIDA SENTIDA POR MÍ (1)


El pasado día 5 de Octubre, miércoles, la televisión pública emitió un documental sobre la movida madrileña realizado con material y documentos íntegros de televisión española. Tomando como referencia el periodo que podría comprender dicha época, de 1978 a 1986, han transcurrido 25 años desde su conclusión. Aquel momento multicultural y popular, sin duda tendrá cosas que censurar, pero fue el momento clave en este país donde un aspecto de la democracia quedó expresado, la eclosión de libertad juvenil más salvaje, espontánea y sincera que se haya conocido, siendo este fernómeno revisado y estudiado con más interés fuera de nuestras fronteras.

Se necesitaba, había una urgencia por mostrar en la calle desde el esperpento al talento; de la adrenalina a la anfetamina, el deseo de vivir y el deseo de morir por salirse de las normas estéticas, musicales y sociales. Puede achacarse cierta falta de cultura oficial, pero la cultura se transmitía en vena a través de las letras de canciones, poetas más o menos afortunados y criaturas de la noche que recorrían las arterias de un cuerpo en constante erupción. Letristas y escritores como Moncho Alpuente, El Zurdo, Sabino Méndez, Carlos Berlanga y un silenciado en el documental: Eduardo Haro Ibars, hijo de Eduardo Haro Tecglen, conocido escritor, periodista y divulgador de la cultura, que perdió a cuatro hijos; supieron dar vida sin medida a una fauna sedienta de mostrar el lado más impulsivo de la personalidad. Grupos: innumerables, artistas: no tantos. Pero fueron muchos.
Algunos dejaron este mundo envueltos en los efluvios de la adicción y la creación. Creadores excesivos que dieron lo mejor y se despidieron sin tenerles que pasar una pensión de jubilación: Enrique Urquijo (los secretos): "Aunque tú no lo creas, me he inventado tu nombre". Antonio Vega (Nacha Pop):"Lucha de gigantes convierte, el aire en gas natural, un duelo salvaje advierte, lo cerca que ando de entrar, en un mundo descomunal, donde nadie oye mi voz",Carlos Berlanga (Pegamoides, Dinarama): "Perlas ensangrentadas, flores pisoteadas".José Casas,"Pepe Risi" (Burning): "Que hace una chica como tú en un sitio como éste".Eduardo Benavente (Parálisis Permanente): "Me miro en el espejo y soy feliz, y no pienso nunca en nadie en más que en mí".Ignacio Gasca "Poch", (Derribos Arias): "A flúor, que sensación".Santiago Ulises "Uli", (Gabinete Caligari y Sindicato Malone): "Tócala Uli". La lista es larga, como fué largo el desenfreno y la torrencial aportación de jóvenes venidos de cualquier punto a Madrid, como meca catárquica del cuerpo y el alma.
El alcalde de Madrid: Enrique Tierno Galván, el viejo profesor, supo entender lo que ocurría y dió paso a la expresión popular, con discursos donde no había que tomar la literalidad sino el sentido de libertad que desprendían. Yo no estuve en Madrid.


 Viví todo aquello desde una pequeña ciudad de una provincia donde llegaba el eco del rumor del volcán central madrileño, como un constante agitador a la expectación. La imitación provinciana se realizaba entre pubs con ínfulas modernas donde la música independiente de la movida suministraba sin fín a los garitos que afloraban al olor del negocio juvenil. Ese era el internet de entonces, los sellos y las radios independientes y estatales con locutores y periodistas que eran público activo de aquella jauría noctámbula y devastadora.Yo sentí la movida y la seguí con mi imaginación por sus calles y barrios: Malasaña, El Penta, La vía Lactea, el Rock Ola, El Sol... Era como si en un buque de locos hubieran desembarcado desde las calles estrechas con meadas de perro, multitud de disfraces con guitarras, pinturas y versos escritos con ceniza y cualquier tipo de alcohol.
Tuve a mis amigos, mis aliados, los cuales conservo y venero como a un oasis donde siempre puedo beber, sin importarme si es un espejismo.Viví la movida como uno más, implicado con el corazón que lo oía todo, también lo que llegaba de Inglaterra y América, pero sobre todo del inmenso fanzine multicolor que me proporcionaba la gran ciudad de lo excitante, donde se mezclaba la droga con los churros; la cerveza con el cuero barato y los imperdibles con los perdidos entre humo denso de impaciencia y resurrección.

Nada que objetar, nada que comparar; mundos distintos que no se tocan salvo una vuelta a la necesidad de transmitir como pueblo, lo que no es capaz de aflorar como sociedad.

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