Por fin de fiestas.
Todo ha terminado aunque hay quien tiene la impresión de que no ha empezado o quien cree que continua la inercia festiva. Se ha abusado de la vida en general. Hay quien la ha violado y la ha dejado en la esquina, antes de llegar a su casa. El pueblo no ha creado nada, únicamente ha sido figurante en la ofrenda de flores. Un río de disfraces que hace posible la creencia por medio de la ostentación y el apego a las costumbres, que en todo caso, no tienen porque ser necesariamente interesantes o edificantes.
En cualquier caso volvemos al líquido salado y nutritivo de la vida que son los días normales, en los que haces de todo y no haces de nada; te levantas con sueño y te acuestas pensando en levantarte. Esperas en las estaciones de los minutos donde es imposible recuperar el tiempo y aprovecharlo depende de las circunstancias.
Volvemos al déficit, a la prima de riesgo, al derrumbe a plazos que se está convirtiendo el vivir. Los líderes mundiales se miran y se preguntan ¿qué coño hacemos?. Cuando el dinero corría, estaba claro; ganar más a costa de algo o de alguien, pero ahora que no hay: ¿que hacemos?. A la luna se llegó hace cuarenta años pero todavía no hay un sistema que garantice la vida en el exterior de este viejo cascarón que es la tierra.
Los putos marcianos nos han dejado solos a nuestro aire. Han debido enterarse de que hacemos burbujas con la miseria y no están dispuestos a que les pidamos un crédito.
Nos está invadiendo una nube triste y gris que no acaba de descargar. Se nos van los años preparando, esperando, deseando, disimulando. Nos están obligando a que volvamos a la raíz de la existencia. ¿Qué experimento es este?. Parece una guerra somarda a cámara lenta, sin estruendo físico pero con una fragmentación mortal. La principal fuente de ingresos es la picaresca; denominada ahora especulación. El trabajo no produce sino monstruos acobardados que quieren conservar los bienes que se reducen a: cuatro paredes, un coche y trastos tecnológicos para el entretenimiento. El homo ludens es un homínido orientado al juego global, como un eterno adolescente al que los puntos negros le salen por debajo de la piel.
Las personas se necesitan. Es posible que cuanto menos cosas posean, más cerca estén unas de otras; o con más ahínco compitan por ellas. Dependerá del grado de cultura y de las fuentes donde la beban.
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