Quedan inaugurados los juegos olímpicos.
Durante 15 días la mayoría de los deportes dejan de ser invisibles para los medios. Oiremos hablar de países perdidos en el gran anillo de la tierra, poseída por lo mejor y peor de cada raza.
Millones de dinero en la gran ceremonia de inauguración, países en guerra y muertos de hambre desfilando junto a quienes les venden armas y trafican con sus vidas.
Libia desfila
Afganistan desfila
Irak desfila
CHINA
EEUU desfila.
Parece mentira, un cuento salido de las brumas del tiempo, de la niebla londinense.
Y Haiti sigue sin existir. Es una Troya derruida, poblada de titulares pasados y ayudas humanitarias, cada vez más humanitarias.
Groenlandia dejará de ser una amante fría y distante, se disolverá entre los mares cálidos bañados de radiactividad, su bandera iceberg dejará de hundir vanidades trasatlánticas y se disolverá on the rocks. Los pingüinos, los osos polares, las focas, serán desahuciados de sus casas y tramitarán una ayuda oficial ante la delegación de Greenpeace. Su bandera olímpica flota sobre el agua placton ballenera.
El gran Paul ha cantado Hey Jude, casi sin voz, doblado por una grabación acoplada, mientras Keith Richards con el rimel corrido arriesga su legendaria vida sobre una tabla de surf hecha con los pechos de mujeres de fibra de carbono, como las prótesis de Pistorius.
La reina madre ha salido de la colmena y ha mostrado su mecanismo automatizado y pastel al pueblo ávido de saber si todavía vive la gran abeja para la que trabajan. Homenajear su larga tradición de museo viviente, referente de la prensa del color de su sombrero y sus zapatos. Representación de la lluvia sobre las piedras erosionadas por el tiempo. Musgo, líquen, elixir de Merlín para la inmortalidad.
La revolución industrial: han ocultado ciertos detalles.
Han ocultado a los Clash
Han ocultado a mucha Irlanda
Han ocultado el expolio a colonias
Han ocultado sobre qué se fundamenta el imperio.
No han salido los piratas antiguos, los verdaderos James Bond al servicio de su majestad.
No ha salido el movimiento cooperativo, nacido de la esclavitud industrial.
No ha salido, que yo sepa, Ladi Di. ¿Ya se han olvidado de ella?.
¿Y Jack el destripador?, ¿y Tatcher? ¿y Malcolm Maclaren? ¿y las Trade Union sindicales?
¿y los mineros de Gales? ¿y Wilde? ¿Y Keynes?.
¿Y mi querido Orwell?, medalla de oro y record olímpico a la dignidad.
A cambio han mostrado a Beckham, esa especie de Kent compañero de Barbie, como un dios británico, hermoso como un billete de diez millones de Libras, con el nombre de su dueña tatuado en el pene, para que cada noche sea explorado por serpientes de oro y diamantes, salido de los barrios obreros, manchados de hollín y bebida venenosa de Manchester o Liverpool, capaces de engendrar belleza muda entre escombros de gente enterrada en los jardines.
Han mostrado la música, nacida entre días de lluvia y fresas de barrios altos.
Han mostrado a Mike Oldfield, ese orfebre de la melodía, engarzando sonidos que elevan el espíritu de la paloma herida.
Han mostrado su idioma, imprescindible para el negocio y para ratos de amor; love le llaman ellos, que se oía en las canciones de antes de las crisis.
Ha bajado Mary Popins para recordar a los niños que los buenos llevan paraguas voladores.
Ha sobrevolado James Bond, mucho menos audaz y temerario que los espías reales, casi un muñeco de cera, expuesto junto a la abeja reina, superado ampliamente por los hackers internautas y los narcos.
Pero los cinco aros están por encima de nosotros, coronan los continentes como santos de colores, si no estuvieran ahí cada cuatro años, celebrarían campeonatos mundiales de fútbol cada dos años, y eso sería inexplicable para el resto del cosmos, y para Sigmund Freud.
El azul: el fascismo
El rojo: el comunismo
El negro: el hambre
El verde: la deforestación
El amarillo: el dinero.
Quedan inaugurados los juegos olímpicos, sobre todo los de Roma de 1960, donde Abebe Bikila cruzó la meta del maratón corriendo descalzo, venido de Etiopía, seguramente corriendo y atravesando la pobreza con sus tendones desnudos.
"Tomad y comed todos de él..." dijo el fundador del olimpismo, y su carne se multiplicó en los países donde llegaron los periodistas evangélicos. El movimiento creció e invirtieron los especuladores del alma, creando grandes bolsas de negocio a través de paraísos espirituales. La llama olímpica no se apaga nuca en la cúpula vaticana vestida de Prada y limpiada por el amoníaco del orín de los ángeles.
Gloria a los deportistas del mundo. Citius, altius, fortius, y que no ganen los de siempre.
quedan inaugurados los juegos olímpicos de mi casa, los de mis amigos, los del facebook y twiter, los de mi cama, donde procuraré amar a cada país respetando su cultura bajo el juramento de los cinco aros olímpicos y el de unos labios que me lleven a la gloria.